Él no supo cuando mis ojos se llenaron de lágrimas cuando dijo "ustedes". Se podrían haber confundido con alegría por ser un honor pertenecer a los mas amados por él, pero yo no me sentía feliz. Fue una punzada entre las costillas, una aguja que hiere el alma, matando con toda rapidez aquella magia que habíamos creado para nosotros, sólo nosotros dos. Y es que a pesar de que le expliqué el dolor que me causó él no entendió. Él jamás entenderá lo que es ser una acoplada mas en sus amores.
Yo quería ser la única, la primera, el amor que le arrebatara cada suspiro, cada sonrisa, cada alegría, cada recuerdo. Que formáramos una relación, un sueño, un proyecto, una meta, una aventura, lo que sea, pero juntos, solo él y yo. Que muriera por verme, por escucharme, por tocarme, por besarme, por pegarse a mí y no separarnos jamás. Pero eso nunca llegará. Soy la acoplada a eso que ya tiene, eso en lo que yo no formé parte. Porque no soy la única ni la primera, hay más. No puedo ser un amor entero, sino una tercera parte de su sonrisa y su alegría. Soy apenas el recuerdo que se va formando, algo sin historia. Que no tendremos un sueño, un proyecto, una meta o una aventura porque hay que trabajar sobre lo que ya hay y lo que se necesita, no lo que se desea. Que yo sé que se muere por estar conmigo, por esos besos, esas palabras, esas caricias, pero aun así cuando estiro los brazos al despertar él está sentado en la sala viendo su celular.
Acoplada. Acoplada a su vida, a su proyecto, a su forma. Y yo acepté eso para estar con él. Porque él me hace sentir el universo y más, la belleza del mundo y la melodía de la vida. Y probablemente yo sí muera por verlo, por escucharlo, por tocarlo, por besarlo, por unirme a él y no separarnos jamás. Porque yo no tengo a nadie.
Y él sí. Y para siempre.