25.3.17

Thousand years

La noche brillaba encima de los árboles enormes que me rodeaban, era una noche perfecta. Caminé por el sendero para llegar a una especie de laberinto en forma de caracol sin paredes, repleto de luces amarillas que hacían romántico el lugar. Esa canción, que me hacía pensar en una película y un pasillo de agua rodeado de velas, sonó a mi alrededor y no pude evitar sonreír. Una sorpresa inesperada, agradable y a la vez cliché, de quién te conoce y explota ese lado escondido. Seguí el camino que me marcaban las luces. Estaba acercándome al centro cuando detrás de un árbol salió un muchacho diciendo lo mucho que se había esforzado para lograr sorprenderme. Y lo estaba. Él no debía estar ahí. ¿De dónde había salido? Y ¿Por qué? Entonces comenzó el preparativo, pero yo ya estaba angustiada, quería salir corriendo. Quería encontrar a Leo. ¿Por qué no estaba él? Pero no podía moverme. Tuve que escucharlo, y al terminar había muchas personas a mi alrededor, esperando mi respuesta a la propuesta que había hecho. Solo pude abrazarlo y pedirle que me dejara, que tenía que irme. Era horrible, decirle eso, queriendo agradecerle su atención, su enorme detalle. Él me conocía, pero no debía estar ahí. Yo pensaba en Leo. Solo quería encontrarlo, abrazarlo y besarlo hasta que mi cuerpo se fundiera con él y jamás separarnos.

Afortunadamente, lo que parecía fundirse era mi pierna junto a la de Leo, la que estaba hirviendo. Había sido una noche muy caliente y mi alucine se estaba esfumando. Abracé a Leo y una vez más, como cada noche, le juré que siempre estaré con él, porque yo soy de él y solo de él.