Había sido un día de mucho trabajo, estaba cansada.
El día de ayer habíamos ido a trabajar y siguiendo el consejo de un hombre que cuidaba carros me estacioné en un lugar al que no me di la importancia debida, que si lo hubiera hecho no me habrían quitado las placas. Por si fuera poco, el hombre se enojó cuando se le cuestionó el porqué de su falta de trabajo cuando estaba exigiendo una cuota alta, y nos lanzó pedazos de block al auto. Leo estaba a punto de reventar y yo peor. Salí disparada manejando detrás del sujeto con la finalidad intención de atropellarlo y una patrulla policía me hizo alto. Yo creo que me vio muy enojada el hombre que prefirió hablar con Leo y sugerir una patrulla de prevención. Pff ¡¿prevención para qué?! Manejé lo más tranquila posible hacia la casa y que Leo me abrazara durante la noche.
Hoy en la noche, hablaba con Cynthia por el celular, cuando no entendí lo que decía Leo y le di un golpe a un taxi. Traté de llevar las cosas bien mientras Leo entraba en pánico y me exigía irme del lugar, como vil prófuga de la justicia. Pero el taxi se fue y, siguiendo el consejo de Leo, me fui a pasear por el rumbo, zigzagueando calles, en lo que Leo se calmaba y yo regresaba al lugar en donde pensaba estacionarme.
Más tarde, después de acomodar nuestro equipo en el bar donde íbamos a trabajar, nos fuimos a tomar una cerveza con Cynthia, para platicar con ella y su novio, cuando regalaron shots de tequila. Antes de ir a trabajar, Leo traía una botella de vino, que nos había regalado B en el viaje a la segunda ciudad más importante del país, y la abrimos con fines de celebrar nuestro primer año juntos. Solo que Leo no contaba que a la hora de cantar, yo podía tomar más que él. Cuando la noche acabó, Leo había bebido apenas unos tragos de la botella y yo estaba muy alterada. No sé cómo me bajé del escenario. No estaba bien, lo sabía, pero ya no había mucho que hacer. Caminé vaga hacia la salida con Leo a mis espaldas y nos subimos al auto. Manejé lo más cautelosa, hasta que ví las luces de la policía a mis espaldas y me dí a la fuga, motivada por la valentía de Leo. Una fuga mal hecha tomando en cuenta mi estado de salud. Me sentía estrella de película de acción, y se nos ocurrió que podía darme en reversa, hasta que topé en la banqueta y algo explotó. Una mujer vestida de policía se acercó a mí y me pidió hablar a parte. En mi poco grado de consciencia le confesé que no me sentía bien y que sólo deseaba llegar a casa y le pedí que nos dejara ir. Ella estaba muy tranquila, apenas doscientos pesos bastaron para arreglar mi daño a la ciudad, solo pidiéndome de favor calmar a mi acompañante: Leo y el otro policía peleaban bastante agresivo verbalmente. Como pudimos llegamos a la casa, para bajarme y morir mentalmente en la cama, arrastrándome la oscuridad y llenándome de un vacío que juraría parecía el limbo o la muerte.
No sé ni cómo desperté. Solo que debía ver el carro, y darme cuenta de que la llanta había explotado. Muy temprano y preocupada por el trabajo de hoy en la noche, Leo, el vecino y yo cambiamos la llanta, justo el momento para arreglarnos e irnos a trabajar. Solo que ahora con más precaución.