2.10.16

El malentendido, su mirada y el día perfecto

Todo comenzó con una noche casual, risas y pláticas. Mis padres disfrutan tanto de su compañía y sus temas de conversación, yo no puedo pedir más a la vida, es como estar viviendo un sueño a su lado. Me encanta, me tiene completamente enamorada. Tanto he vivido pero con él estoy conociendo la felicidad plena. Nada se compara a lo que tenemos. Nada. En el pasado, llegué a pensar que en el amor también debía de existir el sufrimiento, pero con Leo todo es belleza, es amor, besos, abrazos, risas, música, energía y ciencia.

Debo aprender a que me puedo dar a malentender si no se explican bien las cosas, porque puedo herir y lastimar con una sola palabra. Estaba herido, lo sé, todo lo que se dijo después fueron lágrimas de un corazón dolente que sabe amar y dejar las heridas a un lado porque el amor es más fuerte. 

La noche siguiente es de trabajo pero en sus ojos la vida brilla. Lo veo y no lo creo, me encanta, lo amo, lo adoro, es perfecto para mí. Nada ni nadie se puede comparar con él, es superior a todo lo que existe, es luz y música fundidos en un ser hermoso. El hombre lloraba y lo abrazaba, la pérdida de un hijo no tiene palabras para decirse, y al terminar nos fuimos a seguir tocando aunque no fuera trabajo, es dejarlo reencontrarse con amistades viejas del medio artístico. Era ver a un Leo que saltaba al tocar en el escenario como si el tiempo no hubiera transcurrido. Un hombre que presumía de su labor de productor en la capital cambió una noche genial en la incertidumbre de no saber qué hacer. Esa mirada siempre será de Leo y lo que sea para mejorar nuestro futuro. Es un hombre celoso de lo que ama y yo lo amo a él. La mirada de aquel día de invierno sólo para esperarlo y al verlo dedicarle la sonrisa que me provoca desde el primer día, descifrando cuanto lo he amado desde toda la vida, cuando debimos de haber estado juntos desde hace 8 años. Sólo de él. No soportaría vivir sin él. Caminaba atrás de él, escuchando, hiriéndome, rompiéndome, bloqueándome, dejando ir. Aunque se enoja, siempre regresa a mí. Jamás me iré de él. 

El último día perfecto. La tarde que nos hacía falta para los dos, su voz me estremece como una descarga eléctrica qie hace vibrar el corazón, sus caricias y sus besos profundos. Deseo esto para toda mi vida. Salir a comprar mandado, correr por los pasillos, abrazarlo y besarlo, y llegar a la casa y cocinar como si fuera algo de todos los días y disfrutarlo. Un día perfecto, porque todo es perfecto cuando está él.