El calor era abrumador mientras caminaba las 3 calles que me faltaban antes de llegar a la casa. Era mucho el sol.
Entrar era entender que la gente cambiaba por salir del rancho donde vivimos, pero yo buscaba a Lino y me encontraba a una mujer con Santiago mientras él decía insistentemente que no y se alejaba. Ella afirmaba que me había avisado, que no podría contra demandar porque yo no era la madre de los niños y no tenía nada que hacer en la vida de Lino. Esto me horrorizaba y al voltear a verlo él solo miraba el suelo. Otra mujer entró a la habitación que se burló de mi horror, encendiendo mi irá y me abalanzaba sobre ella. Se trataba de defender de mí dandome manotazos pero yo le agarraba las muñecas y le pegaba a puño cerrado en la cara y en las costillas. Se le cayó una peluca, era medio calva y gorda, estaba vestida de rojo y se veía de edad, de estatura baja y muy maquillada. Se negaba a sí misma el dolor, aguantándolo todo por su hija.
Fue entonces que me percaté que Lino no estaba. Dejé a la mujer y salí a buscarlo.
La primer mujer estaba con él afuera. Yo le llamé pero él solo negaba con la cabeza. La mujer volteó hacia mí y dijo que no tenía caso que le rogara, que se iría por el bien de los niños y que no podría impedirlo, a final de cuentas perdería la demanda. Quise hablar y la voz no salió. Lino subió al auto blanco, ignorándome, y se fue sin siquiera decir adiós.
Empecé a llorar. Y entonces desperté.