Recuerdo que al salir de la cita con la doctora me sentía más liviana. Casi no tocaba el suelo, era como si pudiera flotar. "Tranquila, ya puedes respirar al menos por 6 meses. Estás sana". Era todo lo que necesitaba. El cáncer se había ido y todo lo que conllevaba tenerlo.
Ahora que lo pienso, es una extraña sensación, no sólo te quitan un peso de encima, sino también esa <realización> que se siente al darte cuenta que vida sólo hay una y que de momento Dios puso todo de su parte (y la de los demás) para que estemos bien. Te dejas de divagaciones absurdas, le quitas sentido a la necesidad obligada de conseguir un trabajo atado a un escritorio donde te ejecutes 10 horas sin parar para arreglar nada realmente. Ves que la vida esta hecha para realizar tus propios sueños, y no los de alguien más ya que, al final, si no funcionan tú sola te daras de topes contra la pared hasta que quieras cambiar de camino. Dejas de pensar para sentir más, explorar ese lado aventuresco que tienes, a probarte que cada día puedes mejorar quien eres y lo que haces. Mandas todo por un tubo y le gritas al mundo "que chingue su madre todo" y sonríes hacia el horizonte, al porvenir.
Amo muchísimo a mi novia. Estoy orgullosa de sus logros y los días que llevamos con el nuevo reto. Hacia tanto tiempo que no me sentía así. Tal vez era lo que estaba buscando: tener nuevamente la sensación que no importa que haga, al final todo estará bien. De la mano de Dios y de mi momo todo pinta para crecer espiritual, emocionalmente y hacer realidad sueños.