La invitación de mi abuelo de ir a misa y agradecer a Dios por lo que nos ha dado y nos ha quitado durante el año me sigue pareciendo una obligación que no quiero cumplir sólo para satisfacer las expectativas de mis padres. Pudiera agradecer en mi casa, mientras encuentro el camino a los sueños, o al momento de bañarme, porque considero que no es indispensable salir e ir a escuchar cosas que no creo y que me aburren. Y pensar que hace un año mi mundo era completamente diferente a lo que es ahora.