30.8.13

Dos veladoras

Decidida a renunciar a todo y dejarlo atrás, la voz apenas audible de Ale me regresó a la realidad, sentada frente al escritorio sin mucho que hacer, divagando en conversaciones pasadas y recordando la frase de Andoni "piensas mucho las cosas". En menos de media hora, teníamos casa en la playa más cotizada del país, con una renta que incluso en mi ciudad provincial (como dice René y chef Violeta) es muy barata, integrada con un refrigerador, muebles, parrilla eléctrica, dos colchones y un ventilador. En menos de una hora, habíamos pactado irnos a vivir juntas Ale, Gelo y yo.

Cualquier persona diría que esto es de lo más simple en este mundo, pero para quien me conoce sabrá que esto se trata de un acontecimiento épico. Mucho he presumido de esto: que después de dos décadas de vida, al fin he conseguido no una sino dos amigas que son los seres femeninos más increíbles que he conocido. En mi pequeña lista de amigos, figuran estas dos hermosas mujeres tan extravagantes como geniales que nunca podré agradecerles la dicha que me brindaron para soportar a mi intolerable jefe y las malas disposiciones económicas del hotel. Son ellas las que me recordaron que cambiar mi cabello y mi ropa interior modificaban mi estado de ánimo, que puedo hablar de mis sentimientos sin sentirme tonta y que estoy lo suficientemente joven para sentir que se me esta yendo el tiempo de las manos.

Antes de subir a renunciar, puedo verme con ellas saliendo, bailando, fumando, tomando, riendo, caminando, viviendo... Gracias a la iluminación que recibió Ale apenas esta tarde como juego del destino.