20.7.13
Sin anestesia
Yo sabía de sus intenciones con anticipación y esperaba su llamada, aunque cuando el teléfono sonó mis piernas temblaron. Después de seis meses, quería hablar conmigo y acordé verlo después del trabajo. Manejaba acelerada, divagando, estructurando las frases de todo lo que le había querido decir, del dolor que me había causado, de lo mucho que extrañaba hablar con él... pero al llegar, me paralicé. Verlo fue lo más sencillo pero hablar abrió el agujero que aun no sanaba en mi pecho. Yo sólo quería que me abrazara como antes, que me dijera que todo estaría bien y que no habría más dolor, sin embargo no respondió nada de lo que yo le pregunté y se limitó a sugerirme que visitara al psicólogo. Bailaba entre la fortaleza y una crisis, quería desaparecer del mundo, de no volver a hablarle o verle, de perderme en un espacio donde nadie me conociera y cambiar de nombre. Me empecé a enojar, ¿quién se creía para decirme todo aquello, repitiendo lo que su loquera le había dicho?, por lo que salí de la casa decidida a abandonar la vida que tenía, a volver a empezar. Sabía que me estaba comportando infantil, como también me había dicho, pero me quedé parada y en silencio frente al auto dándome cuenta que mientras hablábamos había llovido suficiente para inundar las calles impidiéndome ingresar al vehículo. Estaba analizando cada posibilidad de huida en un silencio largo cuando se empezó a reír de mí. ¿Qué está loco o se está burlando de mí? El coraje crecía en mis interiores, despojando la herida y reemplazándola por un sentimiento que juraría era odio. Y volteé a verlo con ojos fríos que se derritieron rápidamente al ver su sonrisa llena de inocencia, aquella que reconfortó tanto tiempo mis tristezas, y le sonreí. Me invitó a pasar nuevamente a la casa, "Yo nunca pedí que te fueras". ¿Cuántas promesas pueden abarcar 6 palabras? Se quedó viéndome, invadida por una locura sin fundamentos, basada en falsas ilusiones, llena de remordimientos, perdida desde hacía tanto tiempo. Y nos abrazamos. ¿Amigos?, preguntó. ¿Volverás a ignorarme?, lo pensó un poco, pero negó con su cabeza al final. El abrazo no acababa, no quería irme de ahí. "No sabes cuánto te he extrañado." Y yo a él.