17.7.13
Lluvia vacía
Ha llovido toda la noche, perseguida por la melancolía hasta la mañana al llegar al trabajo. Se siente pesada la atmósfera, tal vez por la humedad o el pensamiento redundante de la muerte de Cory o de la despedida de Daniel ayer. Me sentía feliz por él, le habían ofrecido un empleo con mejores prestaciones y un mejor horario, pero no quita el hecho que también por él me gustaba mi trabajo. Mi amistad con Ale, Gelo y Daniel hacían que mi estancia en el hotel se volviera sencilla y agradable a pesar de las dificultades de mi neurótico jefe y la mala paga. Ahora, sólo quedamos los "ángeles de banquetes" (como nos dicen en otros departamentos) y tanto Gelo como Ale ya se quieren ir también. ¿Y si nos quedara poco tiempo? Ayer hablaba conmigo misma sobre cómo se puede perder la vida en un segundo y no tener la posibilidad de escuchar a esa persona reír otra vez, alegrarse por las mañanas, decirle cuánto se le ama, tomarle de la mano o abrazarle hasta quedarse dormido. Quisiera poder arreglar los problemas antes de que suceda algo así. Aunque a muchas personas que amo se les olvida que también seguimos aquí cuando están tomados de la mano de alguien más, tiempo después de que juraban amor eterno o cuando dejan un beso sutil en una mejilla ajena. Uno trata de enamorarse, pero como he comprobado, querer a alguien más me va a costar tiempo, sólo espero que no sean dos años como en el pasado, porque la lluvia sigue cayendo, carente de alegría, y la soledad me consume con cada gota derramada vista a través de un cristal.