12.7.13
Clave de Fa
Para cuando me estaba sentando en la silla, ya no podía pensar. Los nervios eran ajenos a mi sentir y la preocupación de los riesgos había pasado desapercibida. Realmente había llegado a afrontar un límite impuesto socialmente. Me bajé el cierre del pantalón y parte de mi ropa interior y miré a René, que estaba acostado en una banca, me sonrió y me mostró su dedo pulgar en dirección hacia el techo. Lo más padre era la situación de compartir un suceso importante para ambos, cada quien con su valor significativo, no como entregarnos apoyo moral, sino el estar haciéndolo juntos. La máquina empezó a emitir un ruido y sentí como mi piel temblaba. Media hora después, una clave de Fa permanecería conmigo hasta el fin de los tiempos. Lo logré.