18.6.13

Daniel

Pudiera enamorarme de él, lo sé. Nos llevamos tan bien desde el primer momento, justo cuando me enteré que tenía poco más de dos meses de haberse casado y tenía dos días de ser padre. Al principio pensé que podríamos ser grandes amigos pero empezó a transcurrir el tiempo y me di cuenta que teníamos más en común de lo que hubiera pensado. Daniel es un niño pequeño, aún se sorprende de la lluvia, sonríe cuando preparan tacos y disfruta como enano la nieve. Es todo un espectáculo verlo comer postre. Además, ha sido mi cómplice al colarnos en la panadería en busca de algún bocadillo con chocolate. Lo extrañaré el día que lo deje de ver. Es un hombre excepcional, maduro, centrado, con alma de niño y unas manos increíbles. Se me hizo tan extraño el día que le empezó a dar masaje a Alejandra después de comer. Lo primero que pensé es que estaba tan fuera de lugar, él casado y ambos compañeros de trabajo, pero pasaron los días, Ale y yo nos hicimos amigas y Daniel me entregó su confianza, hasta que Ale me convenció de un masaje. Sí, te enamoras de sus manos y su personalidad. Sin duda, una persona que quisiera conservar en mi vida.