Me quité sin pena alguna la prenda que vestía... y sin pudor dejé que mirara. No importaba tanto la persona sino lo que yo pretendía experimentar: dejar mi interior al descubierto. Y no sentí nada en un principio, incluso no me importó al paso de los primeros días. Pero después me sentí desnuda y humillada. No esperaba sentirme así. Me obligué a preguntar y su conclusión fue la falta de tiempo. La excusa de todos.
Pasa el tiempo, supero la humillación y su dolor y aparece alguien nuevo. Me pregunta por qué es tan difícil conocerme. El silencio es mi mejor respuesta, la prenda que he de vestir siempre.