25.3.16

Primer viaje 2016

Era extraño y reconfortante el viajar nuevamente. Me había acostumbrado a los viajes por salud, a irme inquieta y regresar triste porque, aunque había buenas noticias, la situación siempre me hacía pensar que desaparecer era la mejor solución.

Ir a esa ciudad histórica de mi infancia fue recordar buenos tiempos. Me acordé de la romántica empedernida que solía ser al ver las parejas e imaginar las historias de amor detrás de la visión. Saberme las calles, el flujo, encontrar la panadería que dejaba la estela de olores a dulce y harina por todo el callejón, las tiendas a las que siempre entraba para ver las pulseras y los gorros, surtir el mandado y atravesar la ciudad caminando, la comida árabe que amo y la vista desde la panorámica.

Gracias a Sebastián y a Marce, Vivi y yo conocimos nuevos lugares de la ciudad. La subida al faro y más arriba fue retornar el amor por escalar y por meditar en el trayecto. Conocer los antecedentes de la historia de los lugares hizo que la experiencia valiera aún más la pena.

Disfruté de mi familia pero también aprecié la soledad, porque cuando una se entrega a ella y descubre la paz que le ofrece, ya no quedan las ganas de interactuar con los demás. La soledad volvió a ser mi amiga, como años atrás, pero esta vez nos tratamos con gusto.

Había extrañado la paz.