Todo por creer que era mejor así, por sentirme mas fuerte, por no escuchar, por dejar salir los demonios que llevo dentro. Nunca más. Nunca más.
No sé quien soy. Su voz aun resuena en mi cabeza y cada que escucho, cada segundo que deseo morir. Jamás había visto tanta maldad en mí. Jamás. Aun puedo sentir su cabello entre mis dedos y los gritos retumban en mi cráneo. Aun puedo ver sus lágrimas, su dolor, el miedo en sus ojos, aun escucho sus rezos, sus aclamos a Dios, rogándole que terminara, que la ayudara a sobrevivir. Aun escucho su vocesita insistiendo que recordara a la personita que no se movió cuando le planté el primer beso. Aun la escucho. Todo el tiempo, a toda hora, en el día y en los sueños. El dolor al percatarme de mi acto me pesa en la piel. Cada segundo, cada minuto, cada hora. No se termina. Es mi tormento. Y lo merezco. Eso y más. No hay perdón ni justicia, solo el pago de mis acciones. El monstruo que siempre he sido y ahora condena mi vida. Tantas ganas de morir por insolente, abusiva y estúpida.