16.3.13
Descripción. El piano
Considere usted un piano. Está en medio de un escenario, cubierto de una cortina rojo sangre de seda que lo mantiene alejado de todo su contexto. Eventualmente, algunos músicos llegaron y se sentaron a su lado, con otros instrumentos y el alma del piano se emocionaba. Bellas melodías mantenían la pasión armónica latente en su interior. Alguno que otro se acercaba y rozaba con su mano la tapa de aquel piano, mientras que en su interior se agitaba una fuerza que quería salir. Permitió entonces que tres artistas tocaran piezas en él. Y, pasado el momento, se tuvieron que ir. Pero llegó así uno inesperado, que sin permiso ni bienvenida, se sentó y tocó piezas increíbles, jamás escuchadas, llevando un ritmo que hacía brincar su corazón, resonando en toda su estructura. Era un éxtasis. Y, de repente, el músico dejó de tocar. El piano, desconcertado, hizo sonar alguna de sus cuerdas, esperando que el músico siguiera tocando. La reacción fue destrucción. El músico se levantó del banco y, con fuerza y sin piedad, tocó casi golpeando piezas amargas, hiriendo las teclas y dejando vestigios dolorosos en las cuerdas del piano. Las teclas pronto empezaron a romperse, la cortina roja estaba en el suelo, estaba siendo pisoteada por aquel ser humano despiadado que ya no tocaba, solo oprimía duramente las pocas teclas que quedaban. Terminado su trabajo, el hombre salió del escenario donde el piano se encontraba, sin siquiera mirar atrás, llevándose lo más importante: la llave que resguardaba aquellas teclas que ahora estaban completamente dañadas, y dejando una palabra grabada sobre la tapa: Ahora. Algunas personas que pasaban por aquel escenario, veían el aspecto del piano. Unos sólo observaban y sentían lástima, otros se pasaban de largo, pocos preguntaron su historia pero se retiraron al ver que no podían hacer nada. Llegaron dos músicos. El primero, acarició al piano con delicadeza y éste sintió consuelo pero se sentía herido cuando el músico recogió algunas teclas. El otro músico se sentó en el banco, sin darse cuenta de la condición en la que se encontraba el piano. Hacía ademanes de quien ensaya una pieza, no sabiendo si se trataba del piano u otro instrumento, paseando y volviendo a ratos. Ambos músicos le daban un breve bienestar al piano, y sufría cuando la esencia del músico atroz se hacía presente. Es un piano roto, que busca el consuelo y en su camino sufre constantemente porque el dolor reaparece cuando menos lo espera. Considere usted nuevamente un piano.