Que difícil. Se me hace un nudo en la garganta al llegar y escuchar la risa de la bebé.
Ella es bien linda, bien hermosa. Y me reciben cómo si no ocurriese nada, pero yo ya no podía actuar normal.
- ¿Por qué no me avisaste?
- Ya sabías.
- Me hubieras dicho para quedarme en casa con mi hermana y mi mamá.
- Como quieras.
- ¿Necesitas que se lave algo más de lo que ya está en el bote?
- Saca mi ropa, yo puedo lavar solo.
Trago saliva. Se me cierra la garganta, se aprieta el estómago, duele el corazón.
- Y deberías de irte pronto, para que no se haga tarde.
Salió a dar la vuelta con la bebé. Cuando regresó yo ya no estaba, pero tampoco le importó si yo siguiera ahí.