Jamás existirá un día tan triste como anoche. Estaba cenando con los hermanos de Chuy, mientras reíamos sobre la vida amorosa de Sam. Sabes que desde que le llaman a tu novio para pedirle que te lleve a la casa de tus padres en tu carro todo está mal. Hablé para confirmar. Mi papá se sentía mal, lo querían internar, se había desmayado, estaba dejando de respirar. Me colgaron.
Yo manejé. Al llegar estaban mis tíos los doctores y sus familias. No saludé a nadie. Fui directa a ver a mi papá y él estaba recargado en el sillón. Mi instinto fue levantar su muñeca para tomar el pulso, pero no hizo falta, su mano estaba fresca, lo más raro en él. Su piel estaba tomando un color amarillo, como la mía, y en su cara se notaba el sueño tranquilo que lo caracterizaba, pero sin los ronquidos. Mi mamá lloraba. No pude hacer nada. Era una situación aparentemente normal, pero su pecho no se elevaba como normalmente lo hacía. Me recargué en él, esperando que su brazo me rodeara como siempre, con fuerza y peso pero no lo suficientemente largo antes de tratar de alejarte inconsciente de su acción, pero no lo hizo. Me metí a la fuerza debajo de su brazo pesado y no me apretó, le susurré que me abrazara, que se levantara o de perdido me hablara, pero mi papá siguió inmóvil. Y yo ya no podía respirar.
Todo transcurría a la distancia, los trámites, las llamadas, mis tíos moviéndose. Yo solo quería escuchar hablar a mi papá, pero él seguía dormido. Marce se rompía en otra ciudad, imposibilitada de llegar en minutos, de estar, de verlo, de despedirse...
Ya no escucharé su risa sarcástica, ya no habrá quien se burle o me regañe, o se preocupe o me abrace. Mi mejor amigo se había ido y me dejó aqui sin instrucciones para vivir sin él. Y en mi desesperación escuché a alguien decirme "No llores, debes ser fuerte para tu mamá y tu hermana". No puedo.
No puedo vivir. No sé qué hacer. Siento que una mitad de mí se desvaneció entre mis dedos, inalcanzable. No sé qué se hace ahora. Me perdí.