24.1.16

Recuento de los daños

"En el recuento de los daños me sales debiendo tantísimo amor, que no puedo creer lo que escuché, ¿cómo puedes decir que te olvidaré?

¿Por qué es tan difícil? Porque ella se convirtió en mi mundo durante mucho tiempo. Yo la veía y sentía que no necesitaba a nadie, que todo estaba bien y que los problemas no tenían cabida en mi vida. La admiraba por cómo era, cómo se reía, cómo hacía que las personas se acercaran, estaba fascinada por su voz y su actitud. El primer beso que le di fue tan increíble como de película y me empecé a enamorar.

La primer lucha fue a los pocos días, cuando me di cuenta que le daba miedo mostrarse en público, pero sí yo la quería y ella a mí, nada debía importar, así que le fui enseñando poco a poco a ser segura de ella, de mí y de nosotras. Pronto aprendió a que no tenía nada de malo caminar juntas tomadas de la mano. Cuando me invadía la desesperación y el estrés del trabajo, con su sonrisa me relajaba y en sus brazos conocí la paz y la tranquilidad.

Los primeros 3 días que pasamos juntas las 24 horas, me di cuenta que disfrutaría vivir con ella. Congeniábamos tan bien como si hubiésemos vivido juntas desde siempre. No me di cuenta en ese momento que la decisión de haberme ido sola de viaje y al destino a donde llegué sería pleito fundamental en nuestra relación.

Vivir en el departamento fue la aventura de ese año, el espacio, la lluvia en el techo, dormir con las puertas abiertas, las noches de amor y películas donde no las acabábamos de ver, dormir juntas, despertar y discutir para compartir los deberes y el quehacer, la primer pelea que cambió el rumbo de nuestra relación, la vez que choqué su auto a una cuadra antes de llegar, pintar las paredes y robarnos la señal de internet de la casa de enfrente.

Nos fuimos a vivir a su casa, teníamos aire fresco y agua caliente, había comida y nuestro trabajo era sacarle adelante su carrera. Me dediqué a ella en cuerpo, mente y alma. Vivía para ella, para hacerla feliz. La extrañaba cuando no estaba, y me ponía feliz tenerla a mi lado. Cuando acordé, ya iba con ella a la escuela, me hice amiga de sus amigas, le ayudaba con sus tareas y la necesitaba todo el tiempo. Me conoció en todos mis ángulos, se desesperaba cuando me deprimía por los días nublados, me despertaba cuando tenía pesadillas y me abrazaba cuando despertaba llorando. Aprendió a conocer mis silencios, la forma en que me lavo los dientes, se dio cuenta de mis debilidades y la forma de hacerme sonreír aun sin motivo alguno. Yo la acompañaba a todas partes, quería que se mezclara en mi familia porque yo soñaba con casarme con ella y al verla convivir era imaginar esa posibilidad como algo realista. Nunca entendí porqué se enojaba conmigo, porqué existía ese miedo a que la estuviera engañando con alguien, a hacerme sentir menos de lo que era, a ponerle tan poco valor a mi existencia.

Su fiesta sorpresa de cumpleaños fue difícil de planear porque siempre estaba con ella y, aunque no salió totalmente como me habría gustado, esa noche la vi sonreír y reírse. Estaba enamorada de su risa. Me escondía para que ya no se enojara pero era peor porque desataba su coraje, no olvido los golpes en la puerta.

Las épocas navideñas estuvieron llenas de alegrías y tristezas. Su inseguridad era demasiada pero no me importaba por los momentos en los que ella era feliz. Aún y cuando sentía que no estaba conmigo, que pensaba en alguien más, cuando hacía o decía cosas que no eran por mi causa, aún así me quedé en contra de lo que cada noche de pelea me decía a mí misma.

Lloré en su examen profesional. Estaba orgullosa de ella, de que había llegado al final de esos años de estudio y lucha contra la autoridad. Había visto como se desafiaba a si misma para levantarse temprano y no faltar a sus clases, a entregar sus trabajos a tiempo y tener tiempo de disfrutar. Habían válido la pena todas las desveladas, todas esas peleas sin causa aparente, la mala alimentación periódica y las noches que preferimos ver películas en vez de seguirle a su tesis. Una etapa se había concluido. Y se puso a trabajar. Yo la extrañé mucho y logró que entrara a trabajar junto con ella. La pasábamos bien juntas, cerca, almorzando a su lado.

Cuando salió mal el primer análisis, ella estuvo para mí. No me dejaba desanimarme, encontraba motivos para hacerme reír, empezamos a dar clases de natación, siempre buscando la manera de animarme y distraerme. El día de la operación no estuvo conmigo, tuvo que quedarse en casa, me operarían en otra ciudad más la semana de reposo. Estuvo muy al pendiente mandándome mensajes de apoyo llenos de amor. También se enojó por un malentendido y estalló la bomba. A partir de ese momento sus explosiones de coraje fueron cada vez más grandes. Hubo problemas con sus padres y yo regresé a vivir con los míos. Estábamos a unas semanas de cumplir 1 año viviendo juntas.

Su familia ya no me quiso, escuché decir majaderías e insultos en contra mía, pero yo la amaba mucho y no la dejé. Sabía que podía ayudarla. Una vez recuperada, volví a dar clases de natación con ella, aunque me miraran con asco y desaprobación. Cantábamos juntas y pasábamos muchos ratos de tranquilidad. Se peleó con mis padres y tuve problemas para verla. No me importaba. La convencí de dar el primer paso en su sueño de natación y me metí a entrenar junto con ella, sólo por compartir una actividad. Ya no era tan fácil verla, pero disfrutaba de bañarme con ella y abrazarla. Era una muñequita para mí, mi niñita pequeña. Yo siempre cuidaría de ella, de su salud, de verla feliz.

Empecé a cantar en un bar, la querían los músicos, éramos una familia junto con ellos. Me salió más trabajo en otros lados, y siempre me acompañaba, ella era mi público favorito y le gustaba escucharme cantar. Pero los horarios hacían complicada nuestra existencia y los problemas se volvieron cotidianos. Nos desvelamos muchos días hablando y llorando, enojadas y tristes, buscándole solución a problemas que se seguían presentando.

Teníamos una relación de altibajos radicales: o pasábamos momentos geniales o nos desgarrábamos en peleas. No queda decir que su coraje dolorosamente le dio fin a nuestra relación. Fui yo también la que falló, permitir y no valorarme. La amé hasta el final, siempre con la misma intensidad desde el principio, aunque lo haya negado muchas veces.

¿Por qué es tan difícil? Porque era mi mejor amiga, el amor de mi vida, la persona que siempre busqué para platicarle mis días, mis tristezas, mis logros, mis aventuras, mis enojos y mis alegrías. Era a quien yo necesitaba, porque si la tenía a ella lo demás no importaba. ¿Por qué es difícil? Porque fue la única en conocerme y amarme con mis ansiedades y mis depresiones periódicas, porque me ponía tanta atención que ya no necesitaba hablar, estábamos tan conectadas que ella sentía cuando me pasaba algo. Porque cuando tenía un mal día, siempre buscaba sus mensajes o veía las fotos de ella que cargaba siempre conmigo. ¿Por qué la extraño? Porque siempre sentí tranquilidad a su lado, porque visualicé un futuro con ella, porque quise estar en las buenas y en las malas, en la salud y la enfermedad así como lo estuvo conmigo. Porque la amé más que a nadie en este mundo.

Pero ahora que estoy sola, estoy aprendiendo a conocerme de nuevo, me di cuenta que había dejado mi vida a un lado por vivir la de ella, estoy emprendiendo planes y dándole pies a mis sueños. La estoy dejando ir poco a poco, porque ya no podíamos estar juntas, pero siempre recuerdo los buenos ratos y es lo que más añoro. Aunque tenga a mi alrededor seres queridos y amigos que se han vuelto más que amigos, a veces pienso en ella como la única persona a la que me gustaría compartirle mi vida. Y la dejo ir poco a poco porque estoy tan dañada que necesito aprender a estar sola para poder demostrarme a mí misma que siempre hubo felicidad aún y en la oscuridad de mi alma.

Siempre la amaré. Solo que ya no volveremos a estar juntas y debo empezar a aceptarlo. Marcó mi vida desde el inicio hasta el final, y siempre le estaré agradecida por los buenos momentos. Siempre estará en mi corazón.

Hoy decido seguir elijo la vida y la libertad, elijo amarme y no dejarme lastimar jamás. Hoy cierro ese capítulo deseando que sea feliz y logre sus sueños.

"Y sé que vas a estar mejor cuando me vaya. Y sé que todo va a seguir como si nada. Yo seguiré perdida entre aviones, entre canciones y carreteras, y en la distancia no seré más tu parte incompleta. Y sé que vas a estar mejor cuando me vaya. Y sé que todo va a seguir como si nada, mientras escribo sobre la arena la frase tonta de la semana [te extraño] aunque no estés para leerla en esta playa."