Un nuevo año.
Recordar el año pasado es volver a vivir. Quisiera decir que me hubiese gustado haberlo sabido desde el principio pero así fue mejor, la sorpresa fue increíble. Y es que la razón más importante se llama Yael.
He aprendido mucho. Mucho. Es una fuerza en mi interior, un sentimiento muy fuerte, algo nuevo. Mudarme con ella fue el primer paso de mi liberación: dejar de parecer para ser. Antes viajaba para disfrutarme, para ser quien soy, pero gracias a Yael ya no necesito viajar. Ya no necesito nada realmente.
Pasaron tantas cosas en este año terminado que no sé por donde comenzar. Descubrirme a mí misma amando a una persona por su persona sin importar que se tratase de una mujer y aventurarme a ser sincera en mis sentimientos y expresarlo con un beso que me cortó la respiración. Me enamoré con la incertidumbre de perderla y el dolor de las diferencias, y así aprendí a superar las dificultades. Tuve miedo algunas veces y deseos de desaparecer, pero era cuestión de aprender a vivir con alguien que no trataba complacer y parecer buena persona. Nos asaltaron y choqué su auto. Encontré perdón y compasión en su familia y la mía poco a poco le abrió los brazos. Descubrí nuevas sensaciones que creí nunca tener. Me enseñó el uso de las palabras "nunca" y "jamás", y a tener cuidado en la forma de expresarme. Entendí remordimientos guardados y, con mucho esfuerzo, me ayudó a dejarlos ir.
No ha sido fácil. Pero cada segundo está valiendo la pena. No le pido a la vida otro año igual, le pido salud y amor. Ella es el inicio de esta etapa. Feliz año nuevo.