Muy lentamente durante medio mes, buscando temas para conversar, imaginando gestos, recordando situaciones, todo para llegar a un café. Sentirme como una niña de doce años frente a la computadora, respirando profundamente para tomar valor y oprimir una tecla, dejando que las emociones infantiles invadieran mi cuerpo, para estallar en brincos al concretar el momento donde se tomaría el café.